domingo, 21 de noviembre de 2010

Feminismo: distorsionadores y distorsionadoras del lenguaje

Desde que se gestó la Revolución Feminista, en la segunda mitad del siglo XX, específicamente en los años 60 y 70, las mujeres han venido tomando un importante protagonismo en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, esto a nivel mundial. Tal acontecimiento, si bien fue un fenómeno trascendental para la reivindicación de los derechos femeninos, ha conllevado al surgimiento de mociones extremistas que en la actualidad ya rayan con la intolerancia.
No soy partidario de las luchas de género y mucho menos pretendo entrar en prejuicios cognitivos al opinar sobre la superioridad o inferioridad de uno respecto al otro; más bien quiero tratar el tema desde el punto de vista lingüístico, que es el que me interesa, apoyado en publicaciones de la misma Real Academia de la Lengua.
En efecto, tal ha sido la lucha por la equidad de género (usada a veces, inclusive, como una forma de demagogia) que hoy día escuchamos a personalidades de la vida pública pronunciar sus discursos de una manera en que pareciera dirigirse a dos públicos en diferentes tribunas. Hablan de ellos y ellas, de los niños y las niñas, de los trabajadores y las trabajadoras...
Según la misma RAE, este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: "Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto".
La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: "El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad". La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.
El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino o femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, "los alumnos" es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.
Aclaradas las implicaciones linguisticas de este fenómeno, les transcribo entonces el primer párrafo de un artículo que un muy querido amigo me compartiera hace algunos meses:
“Soy decididamente feminista. Pero no de cualquier feminismo, sino del feminismo inteligente y verdaderamente progresista. Un feminismo de mujeres llenas de feminidad, que no envidian ni temen la gloria de los varones, que no quieren ser iguales a ellos porque se saben diferentes y, en tantas cosas, superiores. Amo y admiro ese feminismo auténtico, que asume con alegría el don de la maternidad como uno de sus mayores logros personales, muy por encima del valor de la paternidad”.
Otro día hablaremos del inadecuado uso del símbolo de la arroba (que no es una letra) para intentar aludir a los dos géneros en una misma idea. Por ahora, mis agradecimientos y saludos a todos y todas.

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